miércoles, 30 de mayo de 2007

Recordando... la tarde de 19 marzo de 2006 en Alba de Tormes


Lo dicho , de vez en cuando no está mal recordar de dónde venimos y qué es lo que somos. En el caso de Juan Diego , el periodista Paco Cañamero del diario Tribuna de Salamanca definió su torero como "fragancia de Chanel" en su crónica sobre la corrida de toros celebrada el 19 de marzo de 2006 en Alba de Tormes.


Para gozo de los aficionados dejo aquí esta crónica tomada del sitio web del Tribuna de Salamanca (www.tribuna.net) . Disfrutad...

Como una fragancia de Chanel
El matador charro Juan Diego borda el toreo en su lote, con dos faenas artísticas y magistrales
No hay cosa más hermosa que la belleza del toreo. Sobre todo cuando alguien como Juan Diego es capaz de entusiasmar como lo hizo ayer en la cubierta de Alba de Tormes. Qué pedazo de torero tiene Salamanca.

Paco Cañamero
Qué calidad e innata elegancia en su interpretación. Qué gusto da verlo en la plaza en cada momento de la lidia, gracias a su capacidad para crear tanto arte sobre el ruedo, que es capaz de poner al aficionado el bello de punta y hacerle gritar espontáneamente ¡olé! Domingo de Resurrección Un torero que es capaz de crear tanto arte, de hacer tan feliz al aficionado que disfruta con sus lances, sus muletazos e incluso, con la manera de matar, es un lujo para la Fiesta. Un patrimonio de la Tauromaquia. Un lujo que merece volar mucho más alto y ser protagonista de esas exquisiteces en todas las plazas. Su toreo es como una fragancia de Chanel, personal y distinguido. Como un Rolex, la gracia de la tecnología hecha realidad. O como un cuadro de Goya, donde nadie se cansa de mirarlo. Pero además, aquel Francisco de Goya, que fue el pintor más genial de la historia y un gran aficionado a la Tauromaquia, ayer hubiera querido resucitar para plasmar en sus pinceles el arte de Juan Diego, un torero que ayer vivió su particular Domingo de Resurrección. Pues aunque la jornada dominical de ayer conmemoraba la festividad de San José, la carrera de Juan Diego va a tener otro rumbo, otra nueva dimensión para auparse otra vez como torero de ferias. Que es donde está su sitio. El de verdad. Porque sería imperdonable que con ese arte, este muchacho no sea rico. Pero rico de verdad. Y para que fuera protagonista de tanto arte, de provocar tan cerradas ovaciones, de hacer enroquecer a la gente, tuvo delante un magnífico lote. Dos toros de distintos matices, pero ambos con mucha calidad, donde la obra de arte comenzó con cinco lances magníficos, jugando los brazos con armonía, con las zapatillas asentadas sobre la arena y clavado en el mentón sobre el pecho. Cinco lances que fueron un primor y donde las dos medias de remate ya fueron para descorchar la botella del mejor champán. O para probar el exquisito caviar del mar Negro, pues ese toreo (como el de Morante) únicamente sólo es equiparable a las finas ‘delicatesen’. Después comenzó su particular sinfonía torera, donde sobre ambas manos interpretó series con temple, calidad, marcando los tiempos. Todo muy despacio, imprimiendo su sello personal en cada momento de la lidia. Ese toro, a pesar de su calidad tuvo cierta brusquedad en sus acometida, al quedar un poco crudo en el caballo, pero Juan Diego supo solventar con mucho gusto, porque sus remates tuvieron el sello de su torería. También de su inspiración, como un ayudado por bajo, antes de cuadrarse para entrar a matar y acabar con su toro de magnífica estocada en todo lo alto. Una estocada hasta los gavilanes que fueron el pasaporte para cortar dos orejas. Un doble trofeo que el torero sujetó con fuerza, orgulloso y sobre todo feliz en una vuelta al ruedo que le supo a gloria. Luego, en su segundo toro, su labor fue todavía más redondo, sobre todo sobre la izquierda, donde bordó el toreo en naturales larguísimos, donde levantó varias veces a la gente del asiento. Fue una pena que la estocada cayera baja, pues la faena era de rabo. Aún así, los gritos de ¡torero¡ cuando daba la vuelta al ruedo y la felicidad de ser protagonista de la tarde fueron se reflejaban en una sonrisa que expresaba toda la felicidad que le embargaba sus entrañas. Un indulto y buen nivel Eduardo Gallo no acabó de tener su día. Bien es cierto que su primer toro fue el peor de la tarde, que además se rajó enseguida. Sin embargo, en su segundo dejó constancia de su virtudes y de su garra. Lo mejor de su toreo fue con la izquierda, donde se mostró muy capaz de resolver y además con capacidad de improvisar. Pero le faltó matar para salir a hombros por la puerta grande. Cuando cogió la espada, a Gallo le entró la gripe aviar. Al Capea se le ve en franca ascendencia y más hecho que el pasado septiembre. Con voluntad y cada vez más capacidad de solventar las dificultades. Su primero fue un gran todo con el que se mostró bullidor. Luego, en el sexto que se indultó su faena fue a más, citó de lejos a un toro pronto y él se fue arriba ante aquel incesante torrente, que embestía como un rayo en cuanto le mostraban la pañosa, donde el torero se mostró en clara línea ascendente, con mucha decisión y decoro en sus haceres y firmando momento brillantes. Fue un gran toro que no desmereció, pero con el inconveniente hacía su indulto de que apenas se le vio en el caballo y escarbó varias veces en la faena de muleta, por que lo que el premio fue excesivamente generoso Fue el sino de una corrida donde Juan Diego escribió todos los titulares en su particular ‘domingo de resurrección’, gracias su toreo que es como una fragancia de Chanel.

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